C
Antífona de entrada
Tengo los ojos puestos en el Señor, porque él saca mis pies de la red. Mírame, oh Dios, y ten piedad de mí, que estoy solo y afligido (Sal 24,15-16).
O bien:
Cuando, por medio de vosotros, haga ver mi santidad, os reuniré de todos los países; derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará de todas vuestras inmundicias, y os daré un espíritu nuevo, dice el Señor (cf. Ez 36,23-26).
Oración colecta
Oh, Dios,
autor de toda misericordia y bondad,
que aceptas el ayuno, la oración y la limosna
como remedio de nuestros pecados,
mira con amor el reconocimiento
de nuestra pequeñez y levanta con tu misericordia
a los que nos sentimos abatidos
por nuestra conciencia.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Lectura del libro del Éxodo
20,1-17
Se puede elegir una forma más breve de esta lectura: se omiten las partes del texto entre corchetes.
En aquellos días, el Señor pronunció estas palabras: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud. No tendrás otros dioses frente a mí. [No te fabricarás ídolos, ni figura alguna de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra, o en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos, ni les darás culto; porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo el pecado de los padres en los hijos, hasta la tercera y la cuarta generación de los que me odian. Pero tengo misericordia por mil generaciones de los que me aman y guardan mis preceptos.] No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso. Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso. Recuerda el día del sábado para santificarlo. [Durante seis días trabajarás y harás todas tus tareas, pero el día séptimo es día de descanso, consagrado al Señor, tu Dios. No harás trabajo alguno, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu ganado, ni el emigrante que reside en tus ciudades. Porque en seis días hizo el Señor el cielo, la tierra, el mar y lo que hay en ellos; y el séptimo día descansó. Por eso bendijo el Señor el sábado y lo santificó.] Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días en la tierra, que el Señor, tu Dios, te va a dar. No matarás. No cometerás adulterio. No robarás. No darás falso testimonio contra tu prójimo. No codiciarás los bienes de tu prójimo. No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo».
Palabra de Dios.
La Iglesia nos invita este domingo tercero de Cuaresma a considerar la promulgación de la Ley (de Moisės), necesaria para alcanzar la santidad para cumplir la semejanza con Dios que en el hombre puso Dios al crearlo: Dios creó el hombre a su imagen y semejanza”. Seréis santos como yo soy santo”. “Seréis para mí una nación santa” (Ex, 19,6). Una vez liberados de la esclavitud de los egipcios y constituidos como pueblo o nación, era necesario imprimir en Israel el sello de la santidad que le distinguiera de los demás pueblos, no bastando para ello la sola voz de la conciencia natural debido a los instintos carnales y a los peligros politeístas. La conciencia carecía de la autoridad necesaria para reprimir las manifestaciones de la autoridad hereditaria. Una voz más potente debía hacerse entender para provocar una reacción enérgica contra el mal innato y sus efectos individuales y sociales. Solo en la ley podía mantenerse y fundarse la alianza entre el pueblo y su Dios. Dios hace por tanto oír su propia voz, y después de haber recordado a Israel lo que hizo por él le revela en características distintas y precisas lo que su su benefactor celeste esperaba de él. Sin duda alguna esta ley puede parecer moralmente defectuosa. Varios mandamientos del decálogo, tomados al pie de la letra, solo se aplicaría a la conducta exterior del hombre y parecerían no tener en cuenta la lucha necesaria contra el mal, escondido en las profundidades del corazón humano. Pero el pensamiento de dios, tan potente mente subrayado en los dos primeros mandamientos, y la condenación expresa de la lujuria en el 10º debía recordar a todo israelita que la verdadera santidad no consiste en abstenerse de los actos exteriores prohibidos el álbum unos mandamientos pero el pensamiento de dios, tan potente mente subrayado en los dos primeros mandamientos, y la condenación expresa de la lujuria en el 10º debía recordar a todo israelita que la verdadera santidad no consiste en abstenerse de los actos exteriores prohibidos en algunos mandamientos, sino sobre todo en purificar el corazón de sentimientos que conducen inevitablemente a su violación. El texto habla propiamente no de 10 mandamientos, sino de 10 palabras (Exode 34.28 ; Deutéronome 4.13 ; Deutéronome 10.4). Esta expresión es más exacta, puesto que en el decálogo se encuentran palabras que no son mandamientos, el ver el versículo dos, por ejemplo. No hay por tanto duda respecto al número 10; pero este si ha magnificado con opiniones diferentes sobre la manera de dividir estas 10 palabras.
Los mandamientos son diez verdades sobre nosotros y sobre nuestra vida que Dios nos regala, auténtica palabra de Dios que, como tal, no engañarnos. Detrás de su no cumplimiento no se esconde un mundo nuevo y feliz, una vida mejor que, como la serpiente a Eva, se pretende negársenos, sino más bien un mundo oscuro y caótico en el que vivimos a ciegas, una vuelta a Egipto, es decir, a la esclavitud.
“No tendrás otros dioses frente a mí”
El celo que tiene el Dios bíblico es una consecuencia directa, frente al peligro de adorar a otros dioses, como un derecho exclusivo que tiene por haber obrado maravillas y haberlo sacado de la servidumbre de Egipto. «Yo soy YHWH tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre» (ÉX 20,2). Esta ley defiende al hombre de la esclavitud que producen los diversos absolutos que puede llegar a aceptar: el poder, el tener, el excesivo consumir, el adicción al placer.
“No te harás ídolos”
El segundo mandamiento pretende defender la absoluta trascendencia de Dios, en nada parecido a cualquier ser de este mundo. La única imagen divina mediante la cual se honra a Dios es el hombre. La veneración que se rendía en otros pueblos a los ídolos, en Israel solamente se brinda al prójimo, cuidando de él.
“No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso”
El tercer mandamiento pone en guardia al hombre ante la tentación de querer manipular a Dios mediante su Nombre (Ex 20,7). Esto incluye la blasfemia, el falso juramento, la brujería o la adivinación (Ex 22,28; Lv 19,12; 24,10-16.23).
“Recuerda el día del sábado para santificarlo”
Al consagrar el sábado el hombre reconoce a YHWH como dueño absoluto del tiempo. Santificar el sábado es separarlo del tiempo habitual y de la ambición humana, y unirlo a Dios y a su voluntad. Este día libera del trabajo, que fue una realidad opresora en Egipto. Tiene un trasfondo profundamente humanitario.
“Honra a tu padre y a tu madre”
Al consagrar el sábado el hombre reconoce a YHWH como dueño absoluto del tiempo. Santificar el sábado es separarlo del tiempo habitual y de la ambición humana, y unirlo a Dios y a su voluntad. Este día libera del trabajo, que fue una realidad opresora en Egipto.
“No matarás”
El sexto prohíbe el asesinato (Ex 20,13; 21,12-15; Lv 24,17) porque el ser humano es imagen de Dios (Gn 9,5-6).
No darás falso testimonio contra tu prójimo.
La prohibición del adulterio (Ex 20,14) apunta a la defensa del matrimonio y la familia (Lv 20,10).
“No robarás”
El enunciado del octavo literalmente significa: «no tomarás para ti» (Ex 20,15) puede referirse a una persona o a cosas. Además de la interpretación normal de no robar cosas, puede prohibir toda acción encaminada a privar al prójimo de su libertad -rapto- o hacerlo esclavo (Ex 21,16; 22,1; Lv 19,11.13; Dt 24,7).
No codiciarás los bienes de tu prójimo.
El prohibir los falsos testimonios (Ex 20,16), defiende la fama de los demás, cuya pérdida puede conducir al encarcelamiento, el aislamiento o la muerte. Se refiere ante todo a las declaraciones hechas ante un tribunal que pueden comprometer el honor y la vida del prójimo. Debido al uso del nombre divino en los juicios, conecta con el tercer mandamiento.
No codiciarás la mujer de tu prójimo.
Finalmente, la prohibición de todo atentado contra la propiedad ajena (Ex 20,17), prolonga la protección de la familia, a través de los bienes fundamentales (Miq 2,2).
Salmo responsorial- 18
Señor, tú tienes palabras de vida eterna.
Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. San Pedro cuando dijo de ti estas palabras no conocía totalmente el alcance de las mismas, pues tú no habías muerto en la Cruz ni resucitado de entre los muertos. Tanto es así que a las pocas horas de pronunciarlas te negó, y por tres veces. Yo, con mi poca fe, te las ahora. Que realmente comprenda que al que escucha tus palabras tú le concedes la verdadera vida de forma abundante. No puede ser de otra manera, pues Tú eres la vida: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”, dijiste a Felipe, también la víspera de tu pasión.
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. (1)
Cuando el salmista dice que tu ley es perfecta no se refiere sólo a los preceptos que diste a Moisés para que nos mantuvieran en el camino correcto. Se refería a toda palabra que sale de tu boca, a la que nos exhorta, a la que nos consuela, a la que nos promete esos bienes imperecederos que dan un vuelco total a nuestra vida. Esta palabra tuya es perfecta, pues, al seguirla con prontitud, nos mantenemos en el camino hacia ti, que eres la perfección, y nos sentimos agraciados con la paz en la que descansa todo nuestro ser. “Recréate en el Señor y Él te dará lo que desea tu corazón”, canta otro salmo (Sal 37,4). Dice el salmista que tu precepto es fiel y que instruye al ignorante. Y así es. Ñz
Y entonces descansamos
Nuestra fe es, a veces, tan pobre, que no nos fiamos totalmente de tus promesas, sobretodo cuando se posan sobre nosotros los nubarrones en cuanto que El Señor cumple siempre lo que promete.
Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. (2)
El temor del Señor es puro
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. (3)
Más preciosos que el oro,
más que el oro fino;
más dulces que la miel
de un panal que destila. (4)
La Ley de Yahvé es perfecta: restaura el alma; el testimonio de Yahvé es fiel: hace sabio al simple. 9 Los preceptos de Yahvé son rectos: alegran el corazón; los mandatos de Yahvé son limpios: esclarecen los ojos. 10 El temor de Yahvé es puro: permanece por siempre; los juicios de Yahvé son verdad: del todo justos.
Los pensamientos se desarrollan por paralelismos conceptuales, de forma que el pensamiento se va completando en cada estico. La Ley ha de tomarse aquí en sentido amplio, no sólo en su parte preceptiva, sino aun exhortativa, con sus promesas y amenazas. La felicidad del hombre está en conformarse con la voluntad de Dios y ésta se manifiesta en la Toráh, que es perfecta, de forma que el que camine según sus preceptos no se desvía del camino recto y da satisfacción plena al hombre: restaura el alma, confortando al hombre y dándole vigor, como el agua al sediento 10. Se la llama testimonio de Yahvé, en cuanto que refleja la voluntad divina ll; es fiel, porque nunca deja decepcionado al que se amolda a ella. Con sus prescripciones hace sabio al simple. Todo hombre puede dirigirse por el camino de la virtud o del vicio: el que escoge la primera senda es el sabio, mientras que el que sigue los senderos que se apartan de Yahvé es el simple o necio 12. El principio de la sabiduría está en el temor de Dios 13, y éste se refleja en el cumplimiento de la Ley, expresión de la voluntad divina.
La Ley se concreta en los preceptos, y, éstos son rectos, porque se amoldan al querer divino; con ellos se alegra el corazón, pues se siente la satisfacción moral de vivir en consonancia con el Dios omnipotente y dispensador de toda gracia. Esta alegría del corazón se refleja en la luminosidad radiante del rostro: esclarecen los ojos. "La Ley es luz" 14, y da luz y vida 15. Esa luminosidad procede de que sus preceptos son limpios y transparentes, y, como tales, no empañan la tranquilidad de conciencia. El temor de Yahvé — reconocimiento de la Ley divina — es puro, libre de toda contaminación; permanece para siempre, pues responde a las exigencias del Dios inmutable. Los juicios o decisiones de Yahvé son justos y verdaderos porque responden a los postulados de justicia que implica la divinidad, y, como tales, no engañan.
Valor de los juicios divinos (11-12).
11 Son más estimables que el oro acrisolado, más dulces que la miel, que el jugo de los panales. 12 También tu siervo es iluminado por ellos, y en guardarlos halla gran provecho.
Los juicios de Dios — en cuanto sirven para dirigir al hombre en la vida — son de más valor que el mejor oro. La comparación es un tópico en la literatura sapiencial16. Por el fruto que producen resultan más sabrosos y dulces que la miel, que sale directamente de los mismos panales sin haber sufrido adulteración 17. El salmista sabe reconocer su valor, y procura sacar provecho al dejarse iluminar por ellos.
Lectura de la primera carta del
apóstol san Pablo a los Corintios
1,22-25
Hermanos: Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados –judíos o griegos–, un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios. Pues lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.
Palabra de Dios.
San Pablo se encuentra que en las comunidades situadas junto al Mediterráneo con dos tipos de personas de nivel cultural distinto: los cristianos de procedencia judía y los cristianos de origen cultural griego o romano. Los primeros son especialmente sensibles a las manifestaciones sorprendentes, grandiosas y hasta milagrosas de la presencia De Dios, como El Paso Del Mar Rojo, mientras que lis cristianos de procedencia griega -San Pablo está pensando en los filósofos e intelectuales griegos- buscan apoyo en los razonamientos o pruebas que puedan ser verificadas. A ninguna debestas dos categorías de personas puede cuadrar un salvador crucificado y resucitado. Para los judíos este salvador es un escándalo que se aparta de las manifestaciones históricas Dios; para los griegos esto es locura e insensatez.
Para Pablo, en cambio, Dios llama a todos, judíos y gentiles.
Dieu appelle tout le monde, juifs et non-juifs. Son envoyé, son messie, son Christ, est puissance de Dieu pour le juif : c'est lui son grand signe miraculeux de salut, dans sa croix. Pour celui qui aime raisonner comme le grec du temps de Paul, qui adore la discussion, qui ne veut pas s'en laisser conter, ce sauveur, en croix comme un esclave, c'est de la folie, c'est bon pour celui qui a perdu la tête.
Je peux me demander la part de "manière juive" en moi : un goût exagéré du "miracle", du merveilleux, du signe extraordinaire, des dévotions multiples, des interprétations pseudo-spirituelles qui foisonnent, etc. Mais il y a aussi une spiritualité juive admirable, Jésus et Paul ne la contestent pas. Je peux aussi m'interroger sur ma part "grecque" : je ne crois de Dieu que ce que je peux vérifier, que ce que je vois, je confonds la discussion avec la prière, etc. Mais il y a aussi une part de recherche raisonnée nécessaire à ma foi. L'apôtre Paul me dit que, in fine, il y a un saut dans la foi à faire, un saut un peu fou, comme Dieu a fait un saut totalement fou chez les humains en Jésus son Fils bien-aimé.
Folie de Dieu et faiblesse de Dieu, une belle définition de Jésus Christ. On y voit la vraie nature de Dieu, sa vraie puissance : convaincre par son abaissement dans le plus bas de mon humanité, pour élever cette humanité jusqu'en son domaine, jusqu'en son intimité. Paul écrira avec fierté : Pour moi, pas d’autre titre de gloire que la croix de notre Seigneur Jésus-Christ (Galates 6,14). Je vais demander à l'Esprit qu'il m'accompagne dans cette découverte, sans cesse à reprendre et à vivre, du vrai Dieu.
Je peux élargir ma prière vers les autres textes de la messe. Dans le premier : Je suis le Seigneur ton Dieu, qui t’ai fait sortir du pays d’Egypte, de la maison d’esclavage. Le vrai Dieu juif, c'est ce Dieu-là, un sauveur, un libérateur. Un Dieu libérateur, je sais qu'il y aura chez les spirituels juifs une ambiguïté pour déterminer le genre de cette libération : politique ou spirituelle ? Jésus s'accrochera avec les pharisiens, et aussi avec ses disciples, sur ce thème. Dans l'Evangile du jour Jésus annonce, d'une façon encore voilée, le grand signe attendu par les juifs, sa mort et sa résurrection ; il joue sur une ambiguïté voulue, le temple et lui-même : Détruisez ce sanctuaire et en trois jours je le relèverai.
Je peux relire tous ces textes et prier devant le Christ en croix, devant une image de ce Christ, en pensant que la Croix est le chemin de la résurrection.
Deux publics pour Paul, dans les villes du basan méditerranéen, des juifs et des grecs qu'il appelle aussi des "païens" (ou des "gentils", selon les traductions). et dans les communautés, des chrétiens d'origine juive et des chrétiens d'origine non-juive. Donc des gens qui ne sont pas de la même culture sociale et religieuse. La culture religieuse juive est très sensible aux preuves éclatantes de la présence de Dieu ; toute la Bible en témoigne : Dieu s'est souvent manifesté d'une façon grandiose et miraculeuse en faveur de son peuple dans des actions où l'on voit des signes de son amour (passage de la mer rouge, par exemple). Les non-juifs de culture grecque, et Paul pense manifestement surtout aux intellectuels, aux philosophes, ne veulent s'appuyer que sur le raisonnement, que sur des preuves vérifiables. Paul les a affrontés lors d'un passage à Athènes et n'a pu se faire entendre d'eux (livre des Actes 17,16s.). Pour ces deux catégories, juives et non-juives, l'annonce d'un sauveur crucifié et ressuscité, ça ne peut pas coller, c'est scandale, c'est folie.
Aclamación al Evangelio
Gloria y alabanza a ti, Cristo. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito; todo el que cree en él tiene vida eterna.
Lectura del
santo evangelio según san Juan
2,13-25
Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre». Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora». Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?» Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». Los judíos replicaron: «Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?» Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús. Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba a ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre.
Palabra del Señor.
Oración sobre las ofrendas
Señor, por la celebración de este sacrificio
concédenos, en tu bondad,
que, al pedirte el perdón de nuestras ofensas,
nos esforcemos en perdonar
las de nuestros hermanos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión
Cuando se lee el evangelio de la Samaritana:
El que beba del agua que yo le daré, dice el Señor, se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna (cf. Jn 4,13-14).
Cuando se lee otro evangelio:
Hasta el gorrión ha encontrado una casa; la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor del universo, Rey mío y Dios mío. Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre (Sal 83,4-5).
Oración después de la comunión
Alimentados ya en la tierra con el Pan del cielo,
prenda de eterna salvación,
te suplicamos, Señor,
que se haga realidad en nuestra vida
lo que hemos recibido en este sacramento.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre el pueblo
Te pedimos, Señor,
que dirijas los corazones de tus fieles
y les concedas benigno la gracia
de permanecer firmes en el amor a ti y al prójimo,
y de cumplir plenamente tus mandamientos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.